miércoles, 31 de mayo de 2017

Jeanne, la Pucelle d’Orlėans

Juana de Arco. ca. 1450-1500. Óleo. Archivos Nacionales, Francia.{{PD-US}}  

Siempre ha existido una marcada tendencia a idealizar la vida de ciertos personajes, lo que lleva a convertirles en verdaderas leyendas históricas. Por ese motivo, a la hora de analizar sus hechos y vivencias, se torna difícil el poder discernir entre lo que es real, y lo fantástico. Si a ello se le añade la presencia de un fuerte componente mágico-religioso, además de la lejanía en el tiempo, cualquier investigación sobre sus vidas cae en el permanente riesgo de llegar a falsas conjeturas, y hasta en posibles pérdidas de la objetividad. Sin duda alguna, ese es uno de los grandes retos que pueden encontrarse al analizar los acontecimientos del pasado.



Llegar a encontrar suficiente documentación sobre algún proceso histórico antiguo, es un verdadero tesoro. Aun así, su antiguedad puede convertirse en un factor limitante para la cabal interpretación de tales testimonios. Tal es el caso de la apasionante, y a la vez enigmática vida de La Doncella de Francia, mejor conocida como Juana de Arco.

Casa natal de Juana de Arco. Foto por Arnaud 25, año 2016. Lic. Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International

La vida de ella ha sido relatada abundantemente: vino al mundo en la aldea de Domrémy, situada en la región de La Lorena, al noreste de Francia, hacia el año de 1412, aunque hasta ahora no se ha encontrado algún registro de su nacimiento. Provenía de una familia de modestos recursos. Nunca recibió alguna instrucción que no fuese sobre el trabajo en las faenas hogareñas, del campo y seguramente, sobre religión. Según sus propios testimonios, siendo todavía una niña, comenzó a escuchar unas voces misteriosas, que le urgían a cumplir una misión: nada menos que la de salvar a su país, de caer bajo el dominio de los ingleses... aquellos eran los tiempos de una contienda que recibiría por nombre la Guerra de los Cien Años. Pero, ¿cómo podría una joven campesina aspirar a salir triunfante en una tarea en la cual ya habían fracasado muchos hombres con suficiente experiencia militar?

Juana de Arco escuchando las voces (San Miguel Arcángel). Óleo por Eugéne Romain Thirion, 1876. Ville de Chatou, Église, Notre Dame

Fue tanta la insistencia de aquellas voces celestes, que a fin de cuentas llegaron a sembrar en Juana la convicción de que habría de ser ella quien llevara hasta la victoria a los ejércitos franceses. Para ello, debería presentarse ante el futuro rey, haciéndole comprender que había sido enviada por Dios, no solo para liberar a Francia, sino para coronarle como el monarca de un país unido.

La Doncella en la Coronación de Carlos VII. Óleo por Ingres, 1854. Museo de Louvre, Paris, Francia. Fuente: cartelfr.louvre.fr   {{PD-US}} 

Esa joven, de unos dieciséis años, vestida como un hombre, finalmente pudo convencer al Delfín de Francia. Colocada al frente de las desmoralizadas fuerzas francesas, lograría inspirar en ellos la cohesión y la confianza que entonces les faltaban, guiándoles así hasta una anhelada e improbable victoria. Con su sola presencia, y aquel aura de misterio que la envolvía, la Doncella produjo un verdadero milagro. Aquellos hechos casi únicos en la historia humana, quedaron registrados por escrito; de otro modo, al día de hoy serían tenidos por increíbles, nos atreveríamos a afirmar. Ella condujo, o participó activamente, en las acciones militares que acabaron por darle un vuelco a la calamitosa situación que atravesaba el país galo.

Juana de Arco en el Sitio de Orléans. Por Jules Eugéne Lenepveu. ca. 1890. Panthéon de Paris.

Vendría una serie de triunfos, que alcanzaron su punto culminante en la rápida derrota de las fuerzas inglesas que sitiaban la ciudad de Orléans, desde hacía varios meses. A continuación marcharía hacia el norte, para recuperar a Reims, en cuya catedral debía ser coronado el Delfín Carlos, como el legítimo rey de aquel país. Desde entonces, Francia comenzó a vislumbrar su unidad y a buscar su propia identidad. La misión encomendada, y que la joven doncella había visualizado previamente, se había cumplido al pie de la letra.


Nuestra Señora de Reims, Francia. Foto por KoS, 2005

Sin embargo, muy pronto la situación comenzó a dar un giro para ella: el ingrato pago que recibió por sus servicios, marcó el resto de su corta vida. Así, en medio de una confusa acción militar, y muy posiblemente víctima de una traición, terminó siendo capturada por fuerzas de los borgoñones (franceses), para entonces aliados de Inglaterra. Esto ocurrió en Compiègne, al norte de París. De ese modo cayó en manos del enemigo, absolutamente ávido de tomarse una revancha por la humillante derrota que habían sufrido. Juana de Arco fue abandonada por quienes todo le debían, y se conformaron tan solo con presenciar, de un modo impasible, como la heroína era humillada y condenada a muerte, sin mover un dedo a su favor.

Juana de Arco interrogada por el Cardenal de Winchester. Óleo por Paul Delaroche, 1824. Museo de Bellas Artes de Rouen, Francia. Foto por Fehler.

Tras un prolongado y tortuoso juicio, presidido por el tristemente célebre obispo Cauchon, fue condenada por herejía, y un sinnúmero de cosas más. Juana de Arco acabó sus días en la hoguera, mientras besaba un crucifijo, en la Plaza del Viejo Mercado de Rouen, el 30 de mayo del año de 1431. Posteriormente sus cenizas fueron arrojadas al río Sena. De un modo tardío, y no del todo exento de cinismo, algunos años más tarde, el mismo Carlos VII ordenaría un proceso de revisión del caso. Se hizo evidente que la causa por la cual fue condenada la Doncella, había sido tan solo una acumulación de inícuos abusos, legales y eclesiásticos. Entonces fue proclamada su inocencia, siendo así rehabilitada públicamente su memoria. Pero allí no se detuvo el enaltecimiento de aquella gran mujer: en el año de 1920, fue canonizada por el Papa, en virtud de su trayectoria ejemplar, y del martirio que sufrió en nombre de sus creencias.

Muerte de la Doncella. Óleo por Jules Eugéne Lenepveu, ca. 1890. Panthéon de Paris.

Sin embargo esa joven, casi una niña, quien es considerada con toda justicia como una gloria y un símbolo de la nación francesa, además de ser una santa según las creencias católicas... también resulta ser pura y simplemente, un gran enigma histórico. Se ha especulado tanto sobre su vida, que casi no hay hechos de ella que no estén nublados por la duda. Ni siquiera los documentos legales del juicio al que fue sometida, pueden considerarse como cien por ciento confiables. Lo único seguro que hay sobre Juana de Arco son dos cosas, en nuestro criterio: una es que realmente existió, y la otra es que intervino en batallas cruciales para que Francia torciera el rumbo desfavorable de los acontecimientos, durante la Guerra de los Cien Años.

Juana de Arco reconoce al Delfín. Tapíz expuesto en el Chateau de Chinon, propiedad del Centro Juana de Arco, Orléans. Foto por LonganimE, 2005.

Ahora, detengámonos por un momento a pensar, ¿cómo pudo ocurrir que una simple joven campesina accediera ante un rey, ofreciendo salir victoriosa en una empresa casi perdida, y para la cual solo debería contar con un ejército cuya moral andaba por el piso? Tal era el panorama que debería afrontar Juana de Arco, solamente porque algunas entidades celestiales se lo habían solicitado con insistencia. Pero, ¿cómo hizo para convencer al incipiente rey? ¿Con cuales argumentos? Es sabido que ella debió someterse a variadas pruebas. Se cuenta una anécdota en la cual el Delfín se mezcló entre una muchedumbre, usando ropajes que en nada le diferenciaban de cualquiera de sus súbditos. Aun sin haberlo visto antes, sin mostrar vacilación, Juana de Arco fue directamente hacia él, para hablarle de la misión que le había sido encomendada. ¿Ayuda celestial? Según ella, así fue... Lo cierto es que de ese encuentro, y de lo conversado, surgió la aprobación para que la misteriosa joven interviniera en la ya larga guerra.

Como ya dijimos, la mayor parte de los hechos de su existencia jamás han podido ser aclarados plenamente: ni siquiera su verdadero nombre, ni su fecha de nacimiento. Ella prefería referirse a sí misma como la Doncella (la Pucelle), y nunca dió a entender que conociese su edad. Además, se ha especulado mucho sobre si era una simple campesina, o si por el contrario provenía de la realeza, o tal vez tenía alguna preparación en las rutinas militares. El absurdo criterio de uno de los prelados que la juzgaron, sin embargo, parece arrojar luz sobre esta situación: él consideraba que por su origen humilde, era imposible que Juana de Arco pudiese haber sido elegida por Dios para ser su instrumento...

Estatua de la Doncella, en la Capilla de los Ángeles Guardianes Catedral de Bayona, Francia. Foto: Georges Jansoone, 2006.

El aspecto más polémico al revisar la vida de esta heroína, es sin duda el de "las voces" que ella escuchaba, o decía escuchar. Esto es algo que ha recibido múltiples explicaciones. Mientras algunos mantienen la total certeza de que se trató de eventos sobrenaturales, verdaderos milagros, otros han planteado la hipótesis de que la joven tal vez sufría de alucinaciones. Según la opinión de algunos investigadores modernos, esas apariciones debieron ser tan solo el producto de su propia mente: se trataba de casos de histeria, éxtasis místicos, epilepsia... Es decir que según esto, al tema de las voces celestiales se le puede asignar una explicación situada dentro de lo posible, en el campo de la ciencia médica. Durante el juicio, ella nunca fue muy dada a dar suficientes explicaciones al respecto, pero siempre dejó en claro que no tenía otra respuesta más que atribuirlas a ángeles y santos. Solo en una oportunidad llegó a retractarse, cuando padecía de una gran debilidad física y anímica, ocasionada por tantos maltratos que había sufrido; sin embargo, muy pronto regresó a su testimonio inicial, algo que tal vez precipitó el veredicto condenatorio, que seguramente ya pendía sobre ella desde el comienzo.

De entre muchas teorías, existe otra que sostiene que tal vez ese fue el único modo que se le ocurrió a la joven para ser tomada en cuenta en una actividad eminentemente masculina, como era la guerra... es decir, se considera que ella tan solo fingió lo de las voces y la inspiración divina. El uso de ropaje varonil y hasta una posible ausencia de femeneidad, no parecen demasiado llamativas dentro de este contexto: no le quedaba más remedio que hacerlo, si debía tratar con soldados rudos e indisciplinados. Más aun, no pocos opinan que el aspecto físico de la Doncella debió distar notoriamente de esa imagen delicada que nos ha transmitido su iconografía. Según ellos, en realidad debió tratarse de una joven robusta y fuerte. A fin de cuentas, nunca se sabrá la verdad de esto, de ella no quedó ningún retrato, ni descripción alguna.

Captura de Juana de Arco, por Jules Eugéne Lenepveu. ca. 1890. Pintura al fresco, Panthéon, Paris. Francia.

En cuanto a sus habilidades guerreras y a su actuación durante las batallas, tampoco ha sido posible llegar a un acuerdo. Algunos sostienen que ella tan solo era la encargada de portar los estandartes, mientras arengaba a los combatientes, y que nunca la sangre tiñó su espada... que ni siquiera tomaba parte en las discusiones estratégicas; todo esto resulta cónsono con su imagen de heroína delicada, que llegaría a ser canonizada algunos siglos después. Pero también hay quien opina que Juana de Arco era una buena estratega y su opinión tenía peso en la toma de decisiones. Además, ella se encontraba entre quienes solían marchar al frente, combatiendo y animando a su ejército, lo que le permitió ganar el respeto y la admiración de sus hombres. Sea como sea, lo que sí resulta obvio, es que su intervención provocó un giro de la guerra a favor de Francia, ese es un hecho histórico irrefutable.


Lugar en el que murió Juana de Arco, en Rouen, Francia.  Foto: Jean-Noël Lafargue, 2006 

Ni siquiera el tema de su muerte y la ubicación de sus restos, ha sido aceptado plenamente. Hasta el día de hoy, hay quien sostiene que ella no pereció en aquella hoguera en Rouen, en el año de 1431. Como ha ocurrido con tantos personajes célebres, se fueron tejiendo historias, que afirmaban que continuó con vida. En esta oportunidad, hasta llegaron a aparecer varias personas que afirmaron ser la Doncella, algunos años después de su muerte. Y en uno de esos casos, por increíble que pueda parecer ¡sus propios hermanos confirmaron su identidad! A pesar de ello, todo parece indicar que se trató de imposturas, con el fin de obtener prebendas o beneficios económicos, mediante la imagen de la heroína.

Siempre se tuvo como cierto que sus cenizas y restos fueron a parar al río Sena, ya que sus ejecutores intentaron impedir que se creara un culto alrededor de la Doncella. Pero la idea de que alguien pudo preservar parte de esos restos, ha perdurado a través del tiempo, y hasta se ha llegado a decir que su corazón nunca se quemó. Sin embargo, hasta el día de hoy, esto ha sido rebatido con argumentos científicos.

Juana de Arco, por Étienne Leroux. ca. 1880. Compiégne, Francia. Foto: Vassil, 2007.

Ella se desvaneció en el aire, como si hubiesen quemado una flor, discreta y sutil. Su obra y su espíritu sí lograron permanecer, agigantándose con el paso de las épocas. Una gran nación, que en gran modo fue su herencia, lleva en el corazón el nombre de la Pucelle, inscrito con letras refulgentes. Allí es donde respira y florece el recuerdo de Juana de Arco...

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