jueves, 2 de junio de 2016

Los Normandos y Guillermo el Conquistador (parte III).


El peso de los siglos. El Coliseo romano.
Foto por: Daniel Delgado P.  2010.


Existe una tendencia natural en los seres humanos, y es el deseo de trascender en el tiempo, de perpetuar nuestra memoria. Es como la búsqueda, en algún grado, de la inmortalidad. Gracias a esa tendencia, una gran cantidad de sucesos, ocurridos en épocas remotas, quedarían registrados. Así, la conmemoración de los grandes triunfos, o de impactantes conquistas, por ejemplo, siempre resultó un tema predilecto para los arquitectos, artistas, y artesanos en general. Los obeliscos, columnas, mausoleos, arcos triunfales, estatuas, casi siempre hablan de un glorioso pasado. Sin embargo, también existe otro tipo de obras, más sutiles, como una estela, o una vasija pintada, tal vez algún poema escrito, hasta una tela bordada... que pueden resultar de la misma importancia histórica. La mayor fragilidad de este tipo de testimonios hace que sea una verdadera suerte hallarlos en buen estado de conservación.




El Tapíz de Bayeux, fragmento.  Foto por Dennis Jarvis, Halifax, Canadá. 2014. Fuente: France-000668-Tapestry-8-9
Lic. Creative Commons Attribution-Share Alike 2.0


Tomemos por caso el Tapíz de Bayeux, el cual pudo preservarse en muy buenas condiciones, si se tiene en cuenta sus casi mil años de antiguedad. El retrato del modo de vida medieval que quedó plasmado en él, además de los acontecimientos que relata, lo convierten en un documento histórico de inestimable importancia. Pero, ¿cual es esa historia que relata el Tapíz de Bayeux?  Hay algo que salta a la vista, y es que dicho tapíz fue elaborado para ser exhibido en algún gran salón, o tal vez en una iglesia, para que muchas personas pudieran contemplar y admirar el camino hacia el triunfo, de su rey. Algo así como una propaganda real... 



                                                           


Tapíz de Bayeux, escena 1. Eduardo el Confesor y Harold de Wessex
Foto por:  Myrabella, 2013

Corría el año de 1064, y el rey de Inglaterra, Eduardo III, el Confesor, sentía acercarse el final de su vida. Se reunió con Harold, señor de Wessex, quien, como ya se dijo antes, ejercía el poder en el reino. La conversación, necesariamente debió girar sobre el manifiesto interés de este último por sucederle en el trono. En el tapíz, a continuación aparece Harold, saliendo con sus hombres, para abordar sus barcos. No parece probable, que estuviese cumpliendo con algún encargo, mucho menos con una orden del rey, porque el soberbio señor de Wessex, sencillamente, no se iba a prestar para eso.



Acantilados en Etretat, en la costa de Normandía, Francia.
Foto por Jean-Luc Faisans
Attribution: Faisans.jeanluc at the French language Wikipedia.

Lo cierto, es que Harold partió en una expedición, pero los vientos, o una tempestad, terminaron por arrojarlo a las costas de Normandía. Allí fue capturado por un señor feudal, quien sin duda aspiraba a obtener un buen rescate a cambio de él. Sin embargo, el duque Guillermo II envió a sus hombres en su búsqueda, y el señor feudal hubo de entregarlo, sin más ni más. De ese modo, Harold fue a dar al castillo de su rival por el trono de Inglaterra. Todo parece indicar que no existía una mala relación entre ambos. A pesar de ello, no podría asegurarse de ningún modo, si era un invitado, o un rehén con ciertos privilegios. De hecho, hasta combatieron juntos, para controlar una sublevación en Bretaña, al oeste del territorio normando, y la actuación de Harold mereció el reconocimiento de Guillermo.



Tapíz de Bayeux, escena 23. El juramento de Harold, ante el duque Guillermo
Foto por: Myrabella, 2013

A continuación, en una de las escenas más enigmáticas que figuran en el tapíz, aparece Harold haciendo un sagrado juramento, sobre la Biblia y sobre reliquias de santos. Resulta imposible saber si lo hizo bajo coacción, pero pareciera quedar implícito por la actitud de los personajes que aparecen en la escena, además de algunas palabras, escritas en latín, que estaba jurando su lealtad y apoyo a Guillermo en la pretensión de este, de obtener la corona inglesa. De inmediato, Harold fue liberado, y pudo regresar a Inglaterra.



Abadía de Westminster, fachada oeste.
Imagen por ChrisO. Fuente: English Wikipedia
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Al regresar,  se reuniría de nuevo con el rey Eduardo, quien aparentemente ya estaba muy enfermo, y no tardaría en morir (en enero de 1066). Su cuerpo sería depositado en la recién consagrada Abadía de Westminster. Como resultado de ésto, los nobles le ofrecieron la corona a Harold, lo que revela que se había llegado a un consenso, en cuanto a hacerlo rey. Como era de esperar, él aceptó gustosamente, tan solo un día después del fallecimiento de su predecesor, Eduardo el Confesor. 



Tapíz de Bayeux. Escena xxx. La coronación de Harold II de Inglaterra.
Foto por: Daniel R. Blume, Ca. USA.
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Las siguientes escenas del tapíz están repletas de un gran simbolismo. En la coronación de Harold, aparece el arzobispo de Canterbury, llamado Stigand (cuyo nombramiento fue hecho sin contar con la autorización papal). Con esto, para decirlo en pocas palabras, lo que se expresa allí, es que la iglesia romana, y en consecuencia, Dios, no aprobaban tal coronación... 



 Tapíz de Bayeux. Escena 32, que representa la aparición del cometa Haley,
en el año 1066.   Foto: Myrabella, 2013
Tapíz de Bayeux. Escena 33. Harold II y el cometa.
Imagen del sitio web de Ulrich Harsh.
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Pero aun hay más, en los comienzos del reinado de Harold, un brillante cometa, surgía sobre los cielos de Inglaterra. Se trataba de un mal augurio, y la preocupación del nuevo rey, es claramente representada en una escena. Una flota de fantasmales barcas, como si fuera una pesadilla, es el anuncio de una temida, y tal vez esperada, invasión normanda. Sin embargo, hay que dejar claro que el rey Harold II de Inglaterra, estaba muy lejos de ser un cobarde.



El cometa Halley en 1910.  Autor desconocido. Fuente: Biblioteca Digital de Eslovenia

Como un dato interesante, es bueno decir que la aparición de los cometas fue temida, y considerada una mala señal, hasta no hace demasiado tiempo, por lo cual no resulta extraño que hace casi mil años, provocaran el temor y la aprensión de tantas personas. El duque Guillermo también debe haber sabido de la aparición de aquella "estrella errante", pero no pareció tomarla como la portadora de malas nuevas, ya que no modificó sus planes en modo alguno. Otra curiosidad de la aparición de ese cometa, es que resultó ser el mismo cuya órbita fue calculada por el gran astrónomo británico Edmund Halley. Se trataba del famoso cometa Halley.



Tapíz de Bayeux. Escena 38. La flota normanda navega hacia Inglaterra.
Imagen tomada del sitio web de Ulrich Harsh.
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Al enterarse de la coronación de Harold, Guillermo tomó la decisión de invadir a Inglaterra, para lo cual ordenó la preparación de una gran flota. En el tapíz se muestra todo el proceso, desde la construcción de las naves, hasta el cargamento de los víveres y de una profusión de armas. Llevarían además sus imprescindibles caballos, se trataba de una invasión por todo lo alto. En sus embarcaciones, de evidente estilo vikingo, plenaron el brazo de mar que los separa de la isla británica (se piensa que en total fueron cerca de novecientas naves, un número considerable, sin duda alguna). Arribaron a la Bahía de Pevensey, en Susex, el 28 de septiembre de 1066. Extrañamente, no encontraron resistencia alguna, ni allí, ni en los alrededores. Guillermo actuó con gran cautela, decidió hacerse fuerte en la zona costera, cerca de sus naves, en lugar de avanzar tierra adentro. 



El desembarco de los normandos en Inglaterra. Grabado de autor desconocido.
Fuente: Poems for Christmas, Easter, and New Year´s, 1885.
https://archive.org/stream...

Una anécdota que no aparece en el tapíz, pero que la tradición mantiene, es que el duque Guillermo, quien fue el último normando en desembarcar, sufrió un resbalón y cayó de rodillas. Ante el silencio sobrecogedor que se produjo entre su gente, el duque no se amilanó... con un gesto triunfal, y levantando un puñado de tierra en cada mano, dijo: "Vean, mis señores, que por la bondad de Dios, he tomado posesión de Inglaterra, con mis dos manos. Ahora es mía, y lo que es mío, es vuestro."

Otra situación, que tampoco se relata en el tapíz, y que resultaría ser de una importancia casi decisiva en el desenlace de estos acontecimientos, ocurrió cuando el rey Harold hubo de abandonar sus posiciones defensivas en la costa. La explicación era, por increíble que parezca, que el norte de Inglaterra, estaba siendo invadido por su rebelde hermano Tostig, junto a un ejército noruego. Sin duda, la suerte había favorecido al duque Guillermo, ya que su arribo a Inglaterra, se produjo justamente cuando las fuerzas defensoras del rey, se hallaban cerca de York, a unos trescientos kilómetros al norte. 


Recorrido de Harold y las fuerzas sajonas (en rojo)
Invasión de Guillermo y los normandos (en azul)
Invasión de Tostig y los noruegos (en violeta)
Batallas de Stamford Bridge y de Hastings. Inglaterra, año 1066

En realidad, Harold había hecho todo lo posible por mantener dichas fuerzas concentradas en la costa de Sussex, pero sus aliados del norte no lograron contener a los invasores, mientras él aun aguardaba por Guillermo. En vista de eso, y como la flota normanda no aparecía en el horizonte, decidió pasar a la ofensiva. Condujo sus fuerzas hacia el norte, con tal celeridad, que terminó por sorprender al ejército invasor. Aun así, intentó resolver la situación con su hermano por la vía diplomática, muy posiblemente con la idea de preservar su ejército, para enfrentar a Guillermo y los normandos. Pero no se logró llegar a ningún acuerdo. 


Batalla de Stamford Bridge, por Peter Nicolai Arbo, 1870.
Nordnorsk Kunstmuseum. Tromso, Noruega.
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De ese modo, el 25 de septiembre del mismo año de 1066, ocurrió la batalla de Stamford Bridge, solo tres días antes de la llegada de la invasión normanda. La victoria de Harold en esa batalla, fue total, allí murió Tostig, además del principal jefe de los invasores, el rey noruego Harald III. Se ha llegado a pensar que este último también optaba por la corona inglesa, pero parece razonable la opción de que más bien había acudido al llamado del mencionado Tostig, con la posible intención de repartirse el reino entre ambos. 

¿Que podía pasar por la mente de Harold II de Inglaterra? Su ejército acababa de recorrer trescientos kilómetros, a marcha forzada, para derrotar a un peligroso enemigo, solo para enterarse de que su más temido rival había arribado y se había fortalecido en la costa. Sin duda, esto le produjo una gran ofuscación, que le indujo a tomar decisiones incorrectas. La noticia del desembarco de Guillermo le llegó el 2 de octubre, lo más sensato era dejar reponer adecuadamente su ejército, y buscar fortalecerlo aun más. Al fin y al cabo, los invasores normandos estaban confinados en la costa, rodeados en un país hostil, con escasa posibilidad de recibir ayuda alguna. El factor tiempo favorecía a los ingleses, con toda seguridad.



Colina de Senlac. Lugar de la Batalla de Hastings.
Foto: Christopher Clinton, 1993. Fuente: geograph.org.uk
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Sin embargo, Harold terminó por tomar la peor de las decisiones, cuando decidió retornar a la costa meridional, de nuevo a toda marcha. Tras once días de camino, su extenuado ejército ya se encontraba en Sussex. La ventaja numérica tal vez le impulsaba a dar el combate de inmediato, pero también tenía la opción de dedicarse a hostigar a los normandos, mientras el grueso de sus fuerzas se tomaba un respiro. Harold nunca pareció darse cuenta de que en esa sola batalla se lo jugaba todo, la corona, el país, y muy posiblemente la vida. Lo cierto es que al día siguiente, el 14 de octubre del año de 1066, en la colina de Senlac, cercana a la población de Hastings, sajones y normandos librarían una batalla, que resultaría ser uno de esos momentos decisivos en la historia de la humanidad.


El Tapíz de Bayeux, de nuevo nos permitirá contemplar algunas interesantes visiones del pasado. Con gran realismo nos mostrará lo que era un enfrentamiento armado en aquellos tiempos de la Edad Media, en los cuales, la estrategia fundamental consistía en matar, o morir... 










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