martes, 10 de marzo de 2015

Mitología Germánica y Nórdica




Muerte de Ragnar Lodbrok. Por Hugo Hamilton, 1830

        "Hemos herido con nuestras espadas en cincuenta y un combates;

             dudo que haya ningún rey tan famoso como yo.

          Desde joven he aprendido a ensangrentar el hierro;

                     no hay que llorar la muerte.

            Enviadas a mí por Odín, las diosas me invitan;

                voy a beber la cerveza con los dioses;

                  moriré con la risa en los labios."




Guerreros germánicos

De este modo encaraba su final el gran jefe vikingo, Ragnar Lodbrok, según las narraciones histórico-legendarias, llamadas Sagas. Allí queda descrita el alma, además de las creencias de las tribus y grupos que habitaban el norte de Europa: desde la región que los romanos denominaron como Germania Magna, hasta lo que conocemos como la Península Escandinava, además de Islandia, hacia el norte. Queda claro que, para esos hombres, el valor y la capacidad guerrera eran el pasaporte para disfrutar del paraíso, al llegar el momento de la muerte. 


Situación de los países escandinavos e Islandia en Europa

Algo esencial de esos relatos es que permiten retratar las costumbres y la idiosincrasia de unos pueblos, que dentro de su aparente diversidad, tienen un origen compartido, el cual, sin duda se refleja en sus leyendas y en sus creencias místicas. Todo eso se transmitió como tradición oral por muchas generaciones, durante cientos de años , hasta que algunos eruditos se dedicaron a recopilarlas y plasmarlas por escrito. Esto ocurrió hacia los siglos XII y XIII, en Islandia, cuando el cristianismo era la religión más aceptada en esas regiones.


Paisaje en Islandia. Fotografía por JuTa, año 2003

El fruto del trabajo de esos escritores es conocido como los Eddas y las mencionadas Sagas, que recogen y organizan, dentro de las limitaciones que habrán enfrentado, las viejas tradiciones, constituyéndose en la principal fuente de lo que hoy se denomina Mitología Nórdica, o Mitología Germánica.

Los romanos, como César, Tácito y otros, ya habían tomado nota de las creencias y costumbres de los pueblos germánicos. Algunos consideraban que sus ritos religiosos eran muy simples, pero luego se percataron de su error, y hasta llegaron a hacer algunas analogías entre sus dioses y los germanos.

Lo importante es que dejaron el testimonio escrito de esa mitología en épocas muy anteriores a las recopilaciones islandesas.


Piedra de Ramsund, con escenas de la saga Volsunga. Suecia, siglo XI


Unos pueblos tan audaces y guerreros como en general eran los germánicos y los nórdicos debían sostener sus creencias en dioses muy poderosos, como en efecto lo eran, pero entre las cosas desconcertantes de su mitología se encuentra que los dioses principales eran mortales: estaban sometidos a un destino que los aniquilaría, sobre ellos pendía una batalla final, que no solo los destruiría a ellos, sino al mundo entero.


Odín en busca de Brunilda.
Por Arthur Rackham, 1910


Entre los dioses reinaba Odín (Wotan), dios del fuego y de la guerra, con su lanza infalible. Él surcaba los aires sobre un corcel volador. Sin embargo, Odín tuvo que entregar uno de sus ojos, para llegar a obtener la sabiduría. 

Dos cuervos le acompañaban, y le informaban de todo lo que ocurría. Su morada era el Asgard, junto a los demás dioses principales, o Ases. 


El Valhalla


Cercano a ese palacio, se encontraba el resplandeciente Valhalla, en donde moraban felices los guerreros que habían muerto luchando con honor, ellos estaban destinados a formar parte del ejército de los dioses en la conflagración final. Las encargadas de seleccionar este ejército de héroes eran las Valkirias, doncellas guerreras hijas de Odín, además ellas eran quienes agasajaban a los valientes, con comida y bebida abundante: sus copas eran los cráneos de sus enemigos vencidos. De día ellos se dedicaban a combatir o salían de cacería por entre las nubes. Así era el paraíso para estos pueblos, lo que refleja su espíritu violento y luchador, así como la relativa sencillez de sus gustos. Entre ellos no parecía haber espacio para los pusilánimes, y menos aun para los cobardes.


Odín. Dibujo por Víctor Villalobos, 2006


Existen indicios de que en un principio, Odín era el dios más importante solo para las tribus del sur (la frontera del Rin con la Galia), pero su influencia se iría extendiendo con el paso del tiempo. Luego su culto sería adoptado por los habitantes de los territorios situados más al norte, hasta llegar a ser el dios principal en las creencias de todos esos pueblos. Su sabiduría y su poder eran cualidades que indudablemente le valían el sitial que ocupaba.


Thor contra los gigantes. Por M.E. Winge, 1872


Sin embargo, un hijo de Odín y de la diosa de la tierra, llamado Thor, dios del trueno, quien además era la divinidad protectora de las cosechas, los viajes, las batallas, y de otras actividades, resultaría ser aun más popular. Su culto estaba muy arraigado entre los campesinos. Tan es así, que fue esa creencia la más combatida por los sacerdotes cuando llegó el cristianismo a esas tierras. No obstante, de algún modo logró persistir, llegando hasta nuestros días, en algunas regiones.



Loki, según manuscrito islandés. Siglo XVIII


También es cierto que Thor, a pesar de su fortaleza, era muy impulsivo, lo que le llevaba a incurrir en errores y a ser engañado, a veces con suma facilidad. El engaño y la traición provenían a menudo de Loki, quien vivía entre los dioses, sin ser uno de ellos. Se trataba de un personaje contradictorio, porque aun siendo enemigo de los dioses, a veces los ayudaba. Lo cierto es que su papel en el destino final u ocaso de las deidades nórdicas está claro. Pareciera que él solo fuese algo como un contrapeso necesario dentro de estos mitos: Loki representaba la amenaza del caos, siempre presente, que al menor descuido podía ocasionar daños, muchas veces graves e irreversibles. 



Sigfrido y Krimilda. Arthur Rackham, 1910


Estos relatos, así como las sagas y leyendas relacionadas con ellos, permanecieron en un olvido casi completo por varios siglos, pero el interés que luego provocaron resultó enorme, a pesar de su carácter enigmático, casi mágico, y cuya cabal comprensión resulta tan difícil para la mayor parte de las personas. Pareciera que se ha compensado el olvido anterior con la atención y el estudio del que han sido objeto en tiempos más recientes. Así, las historias de Los Nibelungos, Sigfrido, Beowulf, Ragnar Lodbrok, Thor, Odín y el Ocaso de los Dioses, entre muchas otras, han resultado ser de gran inspiración para una multitud de artistas, escritores y pensadores. 

Ese mundo de dioses y valkirias; dragones y princesas; elfos, enanos y ondinas; héroes, espadas del poder y anillos mágicos; calabozos, hechizos y pociones; de viajes asombrosos, ha producido una gran atracción, cada vez mayor, como si en un pequeño rincón de nuestras mentes existiera el deseo de que esas historias fuesen algo más que fantasías...


Pronto continuaremos con algunos de esos relatos mitológicos,
 tan cautivantes como misteriosos.

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