viernes, 5 de julio de 2013

La Imaginación de los Griegos (parte II)



Orión. Por Till Credner, AlltheSky.com




Cuando miramos al cielo, en una de esas noches en que los astros parecen brillar como diamantes (en nuestros tiempos para tener este tipo de visión hay que encontrarse lejos de los sitios muy habitados), no solo estamos recreando nuestra vista y nuestro espíritu... ¡las estrellas y planetas nos están contando historias! Los mitos griegos en buena medida, fueron trasladados al firmamento, allí están los dioses: Zeus el grande, el guerrero Ares, la hermosa Afrodita. También los semidioses, como Heracles, Perseo sosteniendo la cabeza de Medusa, el cazador Orión; animales míticos como Pegaso, la Hidra; princesas como Andrómeda. La Luna y por supuesto, el diurno Sol. 
 
Al parecer, los fenicios transmitieron a los griegos el conocimiento astronómico que a su vez, habían adquirido de los pueblos mesopotámicos. No olvidemos que los fenicios y los griegos fueron hábiles navegantes, y un buen conocimiento del cielo siempre fue muy útil en la navegación. Así que además de un lugar apropiado para colocar a sus deidades y héroes, también había una utilidad práctica para catalogar de algún modo los astros en general.



Orión, el cazador. De Johann Bayer


Como ya dijimos, en la mitología griega se describía la creación del mundo. Ellos intentaron dar una explicación a cada fenómeno natural, pero no se quedaron allí, también se adentraron en lo más sutil e imperceptible. En su afán por encontrarle algún sentido a los hechos del pasado y a la vida humana, sus relatos a menudo iban acompañados de alguna enseñanza moral o filosófica. Por otra parte, a través de sus historias, quedó constancia de que los griegos fueron grandes viajeros y observadores. Hablan de las Columnas de Heracles en Gibraltar, el mito de Memnón el etíope, los Cíclopes de Sicilia, el Vellocino de Oro en la Cólquida (Mar Negro). Hasta relatos de Babilonia se encuentran en la tragedia de Píramo y Tisbe.

Vamos a sumergirnos en algunas de sus historias y sus interesantes enseñanzas, las cuales todavía mantienen su vigencia.


Pirra y Deucalión

El Diluvio. Óleo por Paul Merwart


Los humanos, luego de su creación, fueron creciendo no solo en número, sino también en maldad. Esa situación llegó a ser tan insostenible, que Zeus decidió castigarlos y exterminarlos, por medio de un diluvio. Sin embargo, por entonces existían unos fieles esposos, que brillaban por su calidad humana, en medio de tantos vicios y podredumbre moral. Ellos eran Pirra y Deucalión . Este, oportunamente prevenido por su padre (Prometeo), construyó una barca y de ese modo, cuando la tierra se vio convertida en un inmenso mar, consiguieron mantenerse a flote por nueve días con sus noches.

Cuando dejó de llover, la embarcación finalmente tocó tierra en la cima del monte Parnaso. Al retirarse las aguas, se veía destrucción y muerte por doquier. Se encontraban solos en el mundo, esto los mortificaba sobremanera. Decidieron consultar a un oráculo, así que se dirigieron a Delfos. La respuesta que obtuvieron, fue que deberían cubrir sus rostros con velos y arrojarían hacia atrás los huesos de su abuela, mientras iban caminando. Esto resultaba un  poco enigmático, pero Deucalión pudo interpretarlo. Al hablar de la abuela, se referían a la Madre Tierra, y sus huesos deberían ser las rocas. Al hacer lo que se les indicó, las piedras arrojadas por Pirra se convirtieron en mujeres, mientras que las de Deucalión originaron hombres.

Pirra y Deucalión . Grabado de Virgil Solis


Así se repobló el mundo, con una raza fuerte, digna de su origen, luego de ser purificada por el castigo recibido. Además, la pareja elegida, tuvo su propia descendencia, lo que a su vez daría origen a la diversidad étnica del pueblo griego.



Faetón y el carro del sol



El Sol sobre Atenas


Los dioses griegos poseían virtudes y poderes, pero al mismo tiempo mostraban debilidades y defectos. Esto los colocaba prácticamente al nivel de los humanos. Entre sus características terrenales, estaba la propensión a enamorarse... los semidioses no eran más que el producto de los "deslices" de los olímpicos.

Faetón, hijo del dios Febo (Apolo, el Sol), no era más que un muchacho. En cierta ocasión, al discutir con otros jóvenes, estos se burlaron de él, poniendo en duda su origen divino y llegando al extremo de ofender a su madre. Ella, le aconsejó que hablase con su padre y le pidiera conducir el carro del sol por un día, para poder acallar las ofensas que había recibido. Caminando hacia el oriente, logró llegar a la morada del Sol, quien le profesaba un gran amor paternal. El dios, al ver a su hijo tan abatido, le juró por la laguna Estigia que le complacería en lo que le pidiese... Pero al escuchar lo que le pidió Faetón, hizo lo posible por disuadirlo y hacerle cambiar de idea, se trataba de una empresa realmente peligrosa, pero el terco joven se mantuvo firme. ¡Y le había dado su palabra! 


La caída de Faetón. Óleo de Jan van Eick


Se hicieron los preparativos, engancharon los briosos corceles al carro, ya estaban listos la Aurora y su cortejo que antecede al día. Faetón subió al carro, asió las riendas, lleno de orgullo y ni siquiera se preocupó por escuchar los consejos de su padre. Impetuosos, sin sentir la mano fuerte del amo, los caballos comenzaron a hacer su voluntad y se salieron de la ruta acostumbrada. Bajaron demasiado, abrasando todo en Etiopía. Se dice que desde entonces, grandes extensiones de África quedaron convertidas en desiertos y que la piel de sus habitantes se tornó oscura para siempre.

La Tierra sufrió terribles quemaduras. Entre gemidos, le pidió al rey de los dioses que pusiera fin a aquel tormento. Zeus no tuvo más opción que matar al joven, con uno de sus potentes rayos. Los caballos terminaron su recorrido diario en completo desorden. Así fue el triste final de Faetón.


 Aracne


Palas Atenea


Los dioses también eran muy celosos y no toleraban que los humanos, en su orgullo, trataran de equiparárseles. Existen muchos ejemplos de los fuertes castigos que recibieron quienes intentaron competir con ellos. 

En la ciudad de Colofón, vivía una estupenda artesana, llamada Aracne. Ella era tan hábil haciendo bordados, que causaba la admiración de todos. La gente llegaba de lugares lejanos, solo para contemplar sus obras. Su fama fue creciendo junto a su vanidad, lo que la llevó a desafiar a la excelsa Atenea (quien había inventado ese arte), para dilucidar quien podía hacerlo mejor. La diosa no dudó en aceptar el reto.

Ambas se dedicaron a realizar su trabajo. El de Atenea era perfecto, pero el de Aracne, por difícil de explicar que parezca, era superior. ¡Algo en verdad sublime! Además, en su bordado, Aracne representó el tema de los amores de Zeus, es decir: sus triquiñuelas para engañar a las mujeres mortales. Nada menos que el padre de Atenea, como tema del bordado. 



Atenea y Aracne. Por el Tintoretto


La diosa se enfureció tanto al contemplar el primoroso trabajo de su rival, que lo hizo añicos con sus propias manos y además se le fue encima para agredirla. Aracne, en su desesperación, decidió suicidarse, colgándose con una soga. Atenea al fin, movida por la compasión, la sostuvo para que no muriese y la transformó en una araña. Así ella ha podido continuar con sus labores admirables.


Araña y su tela. Foto por:  Luc Viatour /www.Lucnix.be


Como ya dijimos, los griegos trataban de darle explicación a prácticamente todo cuanto los rodeaba. Pero lo hacían, con una habilidad y una gracia muy difícil de igualar. En esta pequeña ventana a su mundo, que hemos abierto, se aprecia la minuciosidad de sus explicaciones: algo como una simple araña y su tela, para ellos resultaba ser un hecho maravilloso, digno de una historia.  

De igual modo, muestran como los dioses no toleraban los sentimientos negativos. Castigaban con dureza la vanidad y la soberbia. Con seguridad, estas no eran bien vistas entre los antiguos griegos.

Un serio problema, como es la excesiva permisividad paterna: "el no saber decirle que no, algunas veces, a los hijos", y sus consecuencias (a veces muy duras, como en el caso de Faetón), ya se observaba en esos tiempos, y tampoco se les pasó por alto.


Zeus (Júpiter), Museo del Louvre


Los temas del diluvio y los primeros hombres también tuvieron su explicación imaginativa. Como ya dijimos, la mención de esos temas, en tantas culturas distintas y lejanas, no puede más que llamar la atención.  Tal vez hayan muchas sorpresas por conocer en el futuro, respecto a todo esto. También es notoria en todos esos relatos, la existencia de un ser superior, que podía juzgar y castigar a los seres humanos que se desviaban del camino correcto.

La Mitología Griega es y seguirá siendo inspiración y tema en la creación humana. La literatura y el cine, por ejemplo, nunca dejan de lado estas fabulosas historias. Con sus personajes y sus hechos, ellas siempre ejercen una gran fascinación. Sin duda, nuestra cultura lleva en su origen, un gran componente heredado de los griegos, para fortuna de nosotros. 

En ese pequeño país, con una naturaleza tan ruda, y con un pueblo que pocas veces supo unirse, la Chispa Divina iluminó al espíritu humano con una luz que aún no se ha apagado, y que debemos cuidar como uno de los más grandes tesoros.

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